“Regulación de la vida social”

Visión de mujer
Por Elsy Melo Maya

Otra forma de agresión contra la mujer. Entre tantos mecanismos de violencia ejercidos en su contra, en la última encuesta liderada por OXFAM y realizada por varias organizaciones que propenden por la defensa de sus derechos, se encuentra un registro detallado de las mujeres que sobre todo en medio del conflicto armado vivido en Colombia, han sufrido las consecuencias de esta modalidad, desconocida o más bien, ignorada convenientemente por la sociedad y las autoridades.


A diferencia de lo que se puede pensar, cuando se cree que la agresión contra la mujer tiene que ver solo con el maltrato físico o sexual, pues esta forma de agresión refiere una serie de condicionamientos que se le imponen por parte de los esposos o compañeros y/o los integrantes de grupos armados ilegales, que violan abiertamente sus derechos. La misma Corte Constitucional manifiesta que esta forma de violencia, es una manifestación clara de las “restricciones” al ejercicio de la autodeterminación y las libertades básicas de la población femenina, toda vez que las mujeres son sometidas a regulaciones prejuiciosas que les imponen formas de vestir, horarios de salida y llegada a sus hogares, limitaciones para asistir a los sitios de diversión, para tener amistades, el desarrollo de su vida sexual, entre otros tantos aspectos. Son controles impuestos a la mujer, que logran una sumisión obligada y ofensiva, la cual deben cumplir si desean conservar su relativa integridad física.

La regulación de la vida social en las mujeres, evidencia la existencia de tres patrones existentes en las familias: en primer lugar, los altos índices de violencia física como medidas de control y disciplina; segundo: las mujeres son inducidas a pertenecer a otro y a convertirse en objetos sexuales disponibles; los celos y agresiones, son considerados expresiones de amor y protección; tercero: las mujeres señalan la carencia de afecto como una marca dolorosa en su historia de vida, que influye negativamente en su cotidianidad y las reduce a sentirse no como personas sino como cosas que se utilizan para satisfacción de otros.

Identificar y rechazar esta clase de prácticas culturales discriminatorias, debe ser nuestro compromiso diario, para no permitir que pasen desapercibidas y que continúen manejándose como si fueran normales y adecuadas.
Septiembre 18 de 2017


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