Endulzando las
palabras
Por Iván
Antonio Jurado Cortés
iajurado@yahoo.com
No puede ser
tan patético el gobierno nacional al anunciar 6.500 uniformados para
salvaguardar a la ciudadanía tumaqueña y sus alrededores, sabiendo que la
´Perla del Pacífico’ necesita que se cumpla constitucionalmente con las
obligaciones gubernamentales, atendiendo necesidades básicas como saneamiento
básico, agua potable, educación y salud. Sin desconocer que el desempleo en los
municipios costeros de Nariño sobrepasa el 80%, siendo Tumaco el más crítico
por la significativa población.
En los últimos
días, Tumaco ha sido referencia de tragedia y muerte, hecho repercutido en
todos los medios de comunicación, creando en las mentes macondianas una imagen
de terror e injusticia. Pero nadie se ha percatado que estos hechos son
producto de un abandono sistemático, desde finales de los años 80, cuando la
famosa apertura económica e intensificación de la política neoliberal, no les
dejaron otra opción a los sureños que buscar desesperadamente otras
oportunidades laborales para sobrevivir.
La tiranía
gubernamental desde Cesar Gaviria en adelante, ha provocado en los insulares
habitantes una desesperanza continua, argumento suficiente para que afronten a
su manera los avatares del destino. El litoral pacífico, particularmente
Tumaco, es una de las regiones del país de inmensas potencialidades que le
permitiría a esta comunidad ser próspera y determinante en la economía nacional.
Desafortunadamente la configuración estatal no ha permitido ni lo hará hasta
que este régimen tenga cambios estructurales.
Juan Manuel
Santos, puede pararse de cabeza, prometer y gobernar desde la ensenada
tumaqueña, trasladar todo su gabinete al sitio de discusión, pero jamás sus
deseos se harán realidad, y la razón es sencilla: este régimen no brinda las
herramientas políticas, fiscales y legales para transformar a esta región y
volverla ejemplo de superación de la violencia y desempleo. Como dicen en el
argot popular, ‘pañitos de agua tibia’ que en nada aportan a solucionar la
paquidérmica crisis que carcome a la tierra de los ‘tumatais’.
Hoy, la ‘Perla
del Pacífico’ tiñe de rojo y lo seguirá estando pese a la presencia de las
fuerzas del orden instaladas cada diez metros. Las precarias condiciones
sociopolíticas impiden a los dirigentes avanzar hacia la orilla. Si no se toman
medidas efectivas, es inminente el naufragio en aguas profundas. Tumaco, llora
sus muertos, nadie responde; ‘gafas oscuras’ es la consigna para salvaguardar
la integridad humana. Militares y policías deambulan por doquier, con celular
en mano cumplen un mandato directivo; el show ha empezado y el abanico se
acelera buscando culpables.
Nadie puede
echarle la culpa a nadie, solo se sabe que si alguien muere: “por algo lo
mataron”, una frase desalentadora e incubadora de infernal terror, que desde
temprana edad el habitante tumaqueño entiende que debe aprender a lidiar con
los problemas que la vida le proporciona. La zozobra e incertidumbre han
inundado estas mentes que viven contando milimétricamente un temido final. Son
más de tres décadas que Tumaco viene lidiando con una aguda crisis
socioeconómica.
Esto es Tumaco,
antes una ‘perla del pacífico’; hoy, un territorio minado de odio, venganza y
desesperanza. Después de ser una tierra de encanto y prodigio, ahora es un
lugar de abatimiento, donde ante la impotente mirada de miles de isleños
claudica un sueño que los antecesores siempre mantuvieron en sus refrescadas
mentes - en lengua aborigen, “Tumatai”, que traduce: ‘tierra del hombre bueno’.
Lastimosamente el velo de pureza y remanso de tranquilidad se ha convertido en
un verdadero campo de batalla, donde todos apuntan y disparan en la idea de
proteger particulares intereses y por ende cuidar de su propio pellejo.
La reiterada
crisis política-electoral sucumbe la razón de quienes idealizaban un cambio
prometedor, solo fue un sofisma que embrujó el excelso sentimiento del
altruismo, ese que adolecen los líderes de esta patria y por supuesto del
puerto marítimo. La isla nariñense convertida en epicentro de reuniones y
reuniones, todas concluyen en lo mismo: nada. La capacidad estatal y
gubernamental no se da abasto para atender la súplica costeña. La ineptitud no
solo de este gobernante sino de los antecesores se ve reflejada en el desastre
social de la costa, que no le queda sino la resignación. Las propuestas
populistas del gobierno son ajenas ante semejante necesidad. La inversión
integral debe ser inmediata de lo contrario hasta el proceso de paz se vería en
alto riesgo de fracaso. Es una gran prueba.
Domingo, 29 de
octubre de 2017
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