Desde Nod
Por Alejandro
García Gómez.
pakahuay@gmail.com
En anterior
artículo se hizo un recuento de cuándo, cómo y por qué, llegó la violencia a la
costa nariñense, con epicentro en Tumaco y Barbacoas, sus mayores núcleos
urbanos. Resumiendo: La costa pacífica, territorio selvático y abandonado desde
siempre fue tomado por los desplazados del Putumayo (burla nariñense de su
tragedia) en 1999 y comienzos de 2000, por efecto del Plan Colombia.
¿Cuál era el
origen de estos desplazados? No todos tenían una génesis proveniente de ese
depto. Desde la época de construcción del oleoducto Orito-Tumaco (entregado en
1969), habían llegado de toda Colombia buscando laborar en la Texas o en otros
quehaceres alrededor de ella. Terminada la obra, algunos partieron. Se quedaron
quienes se habían organizado con trabajos independientes: comerciantes,
transportadores, artesanos, dueños de sitios de diversión (bares y
prostitución), etc. Éstos se
fusionaron con quienes descendían de “los de allí”, que tampoco lo eran del
todo, porque provenían de colonos nariñenses llegados desde los tiempos de las
caucherías y de antes, y que ahora vivían de la agricultura, ganadería,
comercio y oficios artesanales, principalmente.
En la década
del 70’, con el surgimiento del narcotráfico en el norte del país, llega otro
tropel de gentes: unos con dineros y costumbres de sangre del narcotráfico u
otros delitos, y quienes a “ganarse la vida” de cualquier manera alrededor de
esa cadena de “producción”: jornaleros, “raspachines”, “cocineros”, sicarios de
alquiler, prostitutas, dueños de centros de diversión, etc. Empiezan a correr
ríos de dinero de sangre. Algunos habían acarreado a sus familias. El Putumayo
empieza a ser un paraíso diabólico, con la complicidad de autoridades civiles,
políticas y militares, ante la indiferencia del estado, pues no de otra manera
se explica este apogeo.
Esa hojarasca
criminal, en 1999 comienza a ser hostigada de manera sistemática –y sólo por la
fuerza- por el Plan Colombia. En su huida de las balas y del glifosato, la
maleza se desplaza al Dpto. de Nariño. A
Pasto gran parte de familias de los traquetos grandes; la mayoría de los
negocios a la costa pacífica, con las familias de los desposeídos. Otros hacia
las zonas norte del dpto. –hoya del Patía y de sus afluentes: Cumbitara,
Policarpa, etc-, igual de abandonadas por el Estado y comunicadas con el
Pacífico. Es inevitable que allá también se dé -a futuro muy próximo- una
confrontación similar a la actual de Tumaco. Nuevamente comienza otra migración
desde el resto del país hacia la zona costera y norte, simultánea con los del
Putumayo. Entre ellos van traquetos, raspachines, sicarios, prostitutas y un
gran etétera. Viaja también una nueva infraestructura económica. Los líderes
asumen la política. Nace una nueva economía política.
Los traquetos
mayores se ganan el terreno -con dineros y prebendas a las autoridades que sea
necesario corromper- y van haciéndose a extensas tierras. Implantan una ley de
terror. La inmensidad selvática no necesita escrituras de papel; las dan la
plata o el plomo. Las Farc y el Eln usufructúan por muchos años ese paraíso
diabólico para “su causa”. Llega el Proceso de Paz. Las indecisiones del
cálculo político por parte de las Farc durante el tiempo de los acuerdos en La
Habana, no permiten la eliminación de sus estructuras de narcotráfico. Hoy se
las han apropiado sus antiguos aliados o sus disidentes o sus adversarios.
Insisto: ¿qué hace “Romaña” allá?
Según
testimonios (Semana, 8.X.17), los mismos dueños de esas grandes empresas del
crimen alquilan parcelas a las familias que les laboran como jornaleros de
ellos en las grandes plantaciones. Al tiempo, les compran el producido. Junto a
lo que se podría decir los cultivos de “pancoger” de coca de los pequeños
cultivadores, se hallan las inmensas y tecnificadas plantaciones pertenecientes
a esas grandes empresas criminales. Por eso insisto, esta es otra economía
política; es la que ahora se da allí.
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